La Ética en Jaque: El Mercado de la Ciencia Odontológica en Redes Sociales:
En un mundo cada vez más digital, la odontología ha encontrado en las redes sociales una poderosa herramienta de comunicación. Sin embargo, lo que podría ser una vía para educar e informar al público, se ha transformado, en muchos casos, en un escaparate de prácticas cuestionables.
¿Cuando la Evidencia Cede al Espectáculo de la Odontología, Dónde Queda la Ética Profesional?
La ética, fundamento de toda práctica odontológica -y humana- parece estar ausente en muchos de los videos que inundan las plataformas. La búsqueda de “me gusta” y seguidores, está reemplazando al compromiso con la verdad y el bienestar del paciente: ¿Qué lugar tiene la atención profesional cuando la prioridad es captar pacientes (clientes)?
Mercenarismo académico. La ciencia como producto comercial:
La odontología basada en la evidencia parece estar siendo desplazada por un mercenarismo académico desenfrenado. Se promueve una visión de la ciencia como un producto que se vende al mejor postor, sacrificando la integridad profesional en el altar del marketing.
Verdad vs Viralidad. Reemplazo de la evidencia científica por el marketing:
En lugar de educar a los pacientes con información respaldada por estudios, se bombardea con promesas superficiales y deslumbrantes que carecen de sustento científico mínimamente válido. Cuando el marketing suplanta a la evidencia, la odontología pierde su esencia y los pacientes quedan vulnerables.
Sobreestimación de beneficios vs. omisión de riesgos y costos:
Muchos videos presentan tratamientos como soluciones mágicas, minimizando riesgos, ignorando costos y sobreestimando resultados. ¿Dónde queda la transparencia cuando lo que se vende es una ilusión, no una realidad clínica? Este desequilibrio no solo desinforma, sino que pone en peligro la confianza del paciente hacia los profesionales que no tienen tiempo, ni interés, en ponerse a “estrimear”.
Honestidad intelectual, un pilar innegociable:
La honestidad intelectual es el principio que debe regir cada palabra, promesa y consejo de los profesionales en redes sociales. Reconocer los límites del conocimiento propio y ser transparentes sobre lo que se sabe y lo que no es un acto de respeto hacia los pacientes y hacia la misma profesión. El discurso honesto no busca impresionar, sino informar con rigor y responsabilidad.
Profesionales jóvenes: entre el entusiasmo y la superficialidad:
Es preocupante observar que muchos profesionales jóvenes utilizan las redes sociales para presentarse como expertos y pretender enseñar lo que todavía no han aprendido. Este fenómeno, alimentado por la inmediatez de la cultura digital, erosiona el valor de la experiencia y el aprendizaje continuo. Antes de buscar reconocimiento, es fundamental consolidar conocimientos y habilidades, porque un título no reemplaza la práctica ni la reflexión profunda.
La profesión odontológica debe recuperar su norte ético y científico. Es momento de que las academias, instituciones y profesionales reflexionen sobre el impacto de sus estrategias de comunicación y trabajen para garantizar que la población reciba información clara, honesta y fundamentada en la evidencia. La confianza no se construye con filtros ni efectos, sino con integridad.
Una última pregunta:
¿ El marketing profesional, el exhibicionismo terapéutico, el mercenarismo académico, entre otros, son aspectos exclusivos de las redes sociales?
Todos estos aspectos, movidos por el afán de mostrarse, impresionar y destacar en el ámbito profesional, no es un fenómeno exclusivo de las redes sociales. Es, más bien, una extensión amplificada de lo que desde hace décadas ha estado presente en los congresos y jornadas científicas. Allí, bajo el manto de la formalidad y el rigor, también se encuentran dinámicas que responden al marketing tecnológico, la exaltación del ego profesional y la necesidad de proyectar una imagen de autoridad infalible.
En estos encuentros, se celebra lo que funciona, lo que brilla, lo que promete; pero rara vez se habla de los errores, las complicaciones o los límites de lo presentado. En ellos abundan las narrativas incompletas, en las que las experiencias negativas o los fracasos son omitidos, minimizados, o peor aún, silenciados por completo. Esto crea una atmósfera en la que el reconocimiento no siempre se otorga a la honestidad intelectual, sino a la habilidad de cautivar a la audiencia. ¿Qué son, entonces, las redes sociales sino exhibicionismo terapéutico llevadas al extremo, donde los mismos vicios encuentran un escenario aún más rápido, superficial y masivo?
En ambos espacios, académicos y redes sociales, emerge una lucha entre dos fuerzas fundamentales del ser humano: la necesidad de contribuir al conocimiento colectivo, cuya magra moneda de pago es el reconocimiento de pares; y el deseo de obtener ventajas económicas, fama y visibilidad masiva. Las redes sociales, con su inmediatez y su alcance, magnifican esta tensión. La cultura del “like”, del farandulismo mediático y la viralidad, fomentan una versión odontológica distorsionada en la que el objetivo profesional cede ante el marketing, y el juicio clínico-terapéutico individual, es desplazado por el show, el impacto visual o emocional, destinado a miles de personas cuyo diagnóstico, pronóstico y plan de tratamiento, nada tienen que ver unos con otros.
Frente a este panorama, la solución no está en renegar de las redes ni en idealizar los congresos científicos. Ambas plataformas tienen el potencial de ser espacios para el diálogo enriquecedor, donde la honestidad intelectual pueda prevalecer sobre el deseo de reconocimiento superficial y la autenticidad sea el pilar sobre el cual se construye la reputación profesional.
Yuri Turanza
